14 años anteriormente
nuestro náufrago había sido rescatado
en un Martes, espectacularmente,
el único sobreviviente
en un barco de 30 marineros,
después de 3 noches y dos días
de búsqueda intensiva.
Apareció su rostro en los diarios
era entrevistado en la televisión
contestando las preguntas
mas obvias con gruñidos.
Vivir en tierra nunca
le agrado para nada,
nunca hubo, nunca habrá.
Cada día iba al malecón
levantando su sentido de olor
a los puntos cardinales
suplicando a los cuatros vientos
por el día indicado.
Quedó cuasisordomudo
hablando lo mas poco posible.
Sus vecinos no eran metiches
y supusieron que era el luto.
Era la nostalgia,
los olores y ruidos del barco,
el capitán taciturno,
sus compañeros locos,
las gaviotas, la lluvia
soplada de los pulmones
de alta mar.
El huracán puso a el pueblo
muy nervioso, algunos huyendo
a tierras mas altas,
mientras nuestro náufrago,
ya preparado,
levantó su vela
a la reunión esperada.
Regreso a cavar
su propia tumba húmeda...
a pertenecerse por fin.
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